"Una novela que invita a participar de un viaje individual y colectivo, conmovedor e inesperado"

Entrevista con el escritor colombiano Gustavo Forero POR AMIR VALLE

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Gustavo Forero, además de su importante contribución a la cultura colombiana como gestor principal del Congreso Internacional de Literatura Medellín Negro y de su labor en las formaciones de las nuevas generaciones de intelectuales colombianos como profesor de la Universidad de Antioquia, se ha convertido en uno de los más interesantes novelistas de su país, interesados en establecer un contrapunteo entre la sociedad colombiana actual y el origen de sus raíces históricas. Esa singular perspectiva lo ha destacado por sus contribuciones a la históricamente poderosa literatura de su país. A raíz de la publicación reciente en Ilíada Ediciones de su novela Amantes y destructores, sobre la vida y legado del anarquista Biófilo Panclasta, lo entrevistamos para OtroLunes.

Si tuviera que recomendar a un lector potencial su novela Amantes y destructores. Una historia del anarquismo, ¿qué le diría para incentivar su interés?

Amantes y destructores es una novela que invita a participar de un viaje individual y colectivo, conmovedor e inesperado. Como su título indica, recrea la ambivalencia del ser humano que puede amar y destruir al mismo tiempo, todo en el marco del desarrollo del Anarquismo, utopía de organización social que busca prescindir del Estado, la autoridad o el gobierno para vivir en libertad. La novela busca concienciar al lector de cambios sociales, culturales y políticos de los últimos siglos -XIX-XXI- que ocurren imperceptiblemente a nuestra vista pero que en la novela alcanzan una sólida imagen. El libro ofrece al lector una mirada holística de los sucesos que condujeron a la Primera Guerra mundial semejantes a los de este nuevo mileno definido también por una “paz armada”. La narración fragmentada en distintos tiempos involucra al lector, pues la novela es, además, un ejercicio de lectura alternativa frente a los automatismos a los que ha ha acostumbrado la industria editorial. El escritor no trata a los lectores como clientes que compran literatura de entretenimiento y deben ser satisfechos. Amantes y destructores. Una historia del Anarquismo desarrolla una propuesta estética original que hace un llamado urgente a la sensibilidad.

 

Esta es su segunda novela. La primera, Desaparición, se refiere justamente a ese trauma nacional de las desapariciones en el contexto de la Toma del Palacio de Justicia en 1985 y por sus páginas desfilan otros personajes de la historia colombiana. Tu apego a la historia ¿significa algún concepto específico sobre el papel de la literatura o es puro amor a la historia? En cualquier caso, ¿por qué novelas históricas?

Yo me apoyo en lo que se conoce como historia, es verdad, pero rechazo la Historia como tal, como disciplina. Creo que las historias se identifican, como han afirmado muchos, con el discurso de los poderosos, de quienes vencieron, y este canon tiene sus gradaciones. Luego de las historias nacionales están las continentales y las hemisféricas, y a menudo todas se confunden en detrimento de los sucesos “locales”. La historia de Occidente es la historia de Europa, y aquí de sus países colonizadores, y la de Norteamérica es fundamentalmente la de Estados Unidos. El dominio de un discurso es evidente, y la cuestión no es solo aplicable a la Historia, tiene que ver con los relatos de hechos en general. Hasta hace poco, si no todavía, la literatura “universal” ha sido la literatura europea y aquí, fundamentalmente, la de Francia, Inglaterra o Alemania. La universalidad obedece al canon, y el dominio fundamental no es en última instancia de carácter artístico. Una parte de Europa o Estados Unidos han tenido por años el poder económico y sobre todo militar para imponer a los demás su visión del mundo, sus ideologías, su cultura y su literatura. El mundo lee lo que se produce en centros culturales que lo son porque son centros de poder económico y militar. La literatura grecolatina nació de imperios, lo mismo que la española o la inglesa, y más recientemente la norteamericana. Hablar de Literatura o de Historia supone hablar de Comunismo, Socialismo o, incluso, como yo hago en Amantes y destructores. Una historia del Anarquismo, de Anarquismo, ideologías de esos centros culturales. Analizado desde esta perspectiva, en Desaparición denuncié la barbarie de “fuerzas oscuras” sustentadas en una ideología fascista, anticomunista, propia de la Doctrina de la Seguridad impulsada desde Estados Unidos para toda América. “La historia nos toma como ejemplo”, dice en un momento dado el personaje principal, y creo que es justo esta evidencia la que intento problematizar. Como un romántico, quiero sumergirme en una consciencia individual para percibir, si es posible, la existencia real de la libertad. Como Max Stirner, el filósofo anarquista que sirve de trasfondo a Amantes y destructores. Una historia del Anarquismo, quiero creer que podemos eludir las abstracciones “históricas” que se nos imponen (Estado, gobierno, padre, moral…) y vivir nuestros propios valores individuales. Una utopía. No es justo que solo seamos comprobación inerte de la Historia, que, por ejemplo, si nacimos en un lugar estemos fatalmente determinados a tener y sufrir sus condiciones y resignarnos a ellas.

El discurso protestante del “Tú podrás”, que lleva a que los anglosajones crean a pie juntillas que si uno quiere puede, resulta imposible en boca de un haitiano o un keniano. El abanico de posibilidades materiales de una persona del tercer mundo es reducido y su sensación de libertad se reduce ostensiblemente. Eso mismo puede advertirse respecto de un cubano, un venezolano o un colombiano. En esa gradación de lo que puede ser la libertad, hasta las lenguas son otro factor de ampliación o reducción de la libertad. Quienes hablan inglés amplian su radio de acción. De hecho, estos últimos tienen mayor impacto o difusión y con ello más posibilidades de acceder a ciertos derechos. En fin, creo que me he extendido en el asunto de la Historia, o incluso lo he dejado al margen, ¿verdad? Lo cierto para mí es que de la Historia y la Literatura lo que me interesa es esta idea de libertad: hasta dónde podemos llegar y hasta dónde podemos vivir lo que consideramos nuestra naturaleza. De esto se trata lo que escribo. Panclasta, el personaje de Amantes y destructores. Una historia del Anarquismo, es su encarnación más tangible. Una proyección mía, también. Yo he sentido que mi margen de libertad, como el suyo, es estrecho y que circunstancias históricas como haber nacido en Colombia tiene qué ver con la limitación. La toma y retoma del Palacio de Justicia en Colombia en 1985 que recree en Desaparición y aparece de nuevo en Amantes y destructores. Una historia del Anarquismo me interesan mucho como hechos históricos porque dejaron muy claros nuestros límites materiales como ciudadanos de este país. Desde ese momento, el pueblo comprendió quiénes tenían el poder y hasta dónde llegaban sus derechos. Por su parte, Amantes y destructores. Una historia del Anarquismo es una novela sobre las causas materiales de la Primera Guerra mundial, objetivo de “nuevos” capitalistas que querían desplazar a los anteriores. Allí ubico la experiencia individual del personaje, que es un ciudadano de la periferia. La lógica bélica es repugnante, pero lo más grave del asunto es que por ella cayeron, como caen hoy, los más vulnerables.

 

Una de las partes más llamativas de Amantes y destructores. Una historia del Anarquismo es la que protagoniza ese (¿podríamos arriesgarnos a llamarlo?) alter ego de Panclasta que es invitado a Europa como investigador/escritor…, obviamente un contrapunteo muy interesante entre el pasado (Panclasta anarquista en Europa) y el presente (una Europa y un mundo conmocionado por los extremismos de toda índole)… Nadie se atrevería a negar que esa es una estrategia tuya, como novelista, e incluso una especie de desdoblamiento del Gustavo Forero intelectual, pero… ¿que pretendes lograr, develar, alcanzar con ello?

Amantes y destructores funciona a través de comparaciones, de contrapunteos, como señalas. Entre dos personajes, literarios pero también históricos; dos continentes, Europa y América; dos culturas, una hispana y otra llamémosla mundial (que incluye Francia, el pueblo judío o Rusia); dos sistemas políticos, monarquías y repúblicas; y, sobre todo, dos tiempos: los primeros años del siglo XX, cuando se consolida el Anarquismo en Europa, y la contemporaneidad, más o menos a la altura de 2015, cuando España vive la crisis económica. En un momento dado, el narrador mismo de Amantes y destructores. Una historia del Anarquismo hace un paralelo entre los dos momentos históricos y lamentable es comprender qué poco ha cambiado: el poder sigue concentrado en unas cuantas manos y la miseria campea en buena parte de la humanidad. La historia occidental de la que he hablado antes nos ha enseñado que luego de las revoluciones sociales estaríamos un poco mejor. Sin embargo, ¿se puede afirmar que el individuo es más libre? Por siglos nos han obligado a separar dos aspectos de la vida, el material y el espiritual, y nos hicieron pensar, por ejemplo, que la religión nos procuraba un sentido, pero para muchos, para mí hoy, esta es un espejismo de reconciliación con el orden injusto. Para volver a lo que sustancialmente me interesa de la literatura, creo que persiste en los individuos el ansia de libertad. Echamos de menos, entre otras, la libertad de movimiento, que es la que los personajes de Amantes y destructores. Una historia del Anarquismo más echan de menos. También, la libertad de consciencia, la de pensamiento, la de expresión, la libertad sexual… La libertad puede ser un concepto abstracto pero se concreta en representaciones muy tangibles. Escribo esto en un país donde es peligroso ser liberal, socialista, comunista o anarquista, donde se persigue a los líderes sociales que son a menudo indígenas o afrodescendientes. Hablar de estas cosas puede granjear numerosos problemas en este contexto. Las “fuerzas oscuras” realizan sistemáticamente una “limpieza social” y a sus ojos y los de muchos hay demasiada mugre. Por todo eso, Colombia y el mundo entero requiere movimientos sociales que persigan y alcancen una a una esas libertades. Estamos en tiempos de represión, de limitaciones. Los imperios se han convertido en monstruos terribles que nos lo imponen todo con la apariencia de que eso es lo normal: desde la pésima alimentación hasta los dioses en qué creer, la literatura que leemos o las formas mismas de lectura. Es necesario entonces luchar contra la enajenación. Desde este punto de vista, la lucha de hoy se parece mucho a la de finales del siglo XIX: es por derechos mínimos, por sobrevivencia, por elemental justicia. Los individuos del XXI también estamos cercados y es necesario cortar la alambrada. Stirner hablaba del único y su propiedad. Todos deberíamos ser únicos y contar con nuestra singular propiedad.

 

Públicamente has confesado admiración por Panclasta, e incluso se intuye en algunas declaraciones tuyas tu creencia en rescatar algunas de sus posturas para el entorno colombiano e internacional… ¿Por qué esa admiración? Y, aún más, ¿qué salvarías para “nuestro hoy” de la experiencia de este anarquista?

En efecto, Ramón Vicente Lizcano (1879-1943), alias Biófilo Panclasta, me resulta admirable porque, con todas las dificultades y peligros que el hecho suponía vivió conforme a sus principios, a su idea de libertad. Justo hasta los límites que su tiempo y contexto tenían. Con tal objetivo se enfrentó a un sistema que lo rechazaba, que lo empequeñecía, que lo perseguía y buscaba de un modo u otro eliminarlo. Por nacimiento, en condiciones precarias, él estaba predeterminado a la exclusión, al aislamiento, al rechazo, pero hizo de todo eso su fuerza para luchar. Y aunque no se puede decir que venció, dejó una impronta, señales, espejismos del posible camino para la liberación individual y colectiva. Acaso se le acuse con razón, como lo hizo el anarquista francés Charles Malato, de individualista a ultranza a la manera de Stirner; o como lo hicieron sus contemporáneos, de diletante, disperso y aún alcohólico. Sin embargo, yo hoy puedo decir que en el hostil contexto colombiano el ensimismamiento y todos sus efectos puede ser una necesidad. De años, este país, que se cree una democracia, rechaza la singularidad y la combate sin clemencia. Colombia exige hombres, machos, católicos, blancos, ricos y conservadores, entre otras lindezas. Aún hoy, es obligatorio ser de derechas, productivo y “juicioso”, como se dice a menudo en Bogotá. Lo demás carece de valor. Basta leer los lamentos de quienes no siguieron el estereotipo en el siglo XIX y de quienes no lo hacen hoy para entender la terrible dimensión de las exclusiones sociales vigentes en el país. Desde Bolívar (que gozaba en buena medida de los atributos exigidos a las “personas de bien”) hasta Sergio Urrego, el joven homosexual que se suicidó en 2014 por el bullying que se hace normalmente a su condición, varios lo han denunciado. Últimamente Dylan Cruz, el jovencito que participó en las movilizaciones de 2019 contra la injusticia del sistema educativo, fue asesinado por un agente del temible Escuadrón Móvil Antidisturbios, ESMAD, cuando exigía su derecho a la educación. Las discriminaciones siguen a la orden del día. En el medio están el poeta Porfirio Barba Jacob (alias de Miguel Ángel Osorio), la famosa monja Laura Montoya, el propio Gabriel García Márquez, que tuvo que salir huyendo del país en un momento dado, o Pablo Montoya, quien en el siglo XXI denuncia la ignominia generalizada que nos acecha a los colombianos. Todos ellos sufrieron la exclusión, la persecución y en algunos casos la muerte, por sus ideas, por su condición, por ser, en fin. La “democracia” colombiana no da como para aceptar individualidades “conflictivas” (así las llaman). Ni en 1900 ni hoy.

 

Creo que mucho aporta tu novela en lo referido a la tendencia actual (más latinoamericana que Europa, por cierto) del uso de la fragmentación estructural, dramática y de personificación en la configuración de los mundos de la novela. En Amantes y destructores. Una historia del Anarquismo tu teoría de la fragmentariedad es, en verdad, un juego literario de altos quilates. ¿Podrías explicarle a un potencial lector por qué esta teoría y qué valores tiene en tu opinión?

Te agradezco la pregunta. Por supuesto. Mis “teorías literarias” se vinculan sin duda con mi narrativa y Amantes y destructoresUna historia del Anarquismo no es la excepción. La novela ilustra mi tesis sobre la necesaria fragmentación moderna de la novela. Frente al mito de la unidad o la totalidad, pienso que la novela debe exaltar la dispersión, la atomización, incluso la incausalidad y el azar. Al respecto, hace años escribí un artículo académico donde oponía la estética de Macedonio Fernández, el escritor argentino que influyó a Julio Cortázar, y la de Mario Vargas Llosa, el nobel peruano. Mientras el primero propone la fragmentación formal, el segundo busca a todo precio la unidad; mientras el primero se enfrenta a la incertidumbre, el segundo cree en certezas; mientras el primero recrea el azar, la contingencia, el segundo cree en totalizaciones. Para el primero, la novela siempre está inacabada, proyectada, como la vida misma, en tanto para el segundo ella debe dar cuenta integral de un mundo. La asunción de una u otra estética para el escritor contemporáneo no es cosa adjetiva. Representa la visión misma de que el mundo es o bien puede ser, que podemos circunscribirlo o no, que es posible descifrar la realidad por la razón o no… que es deseable vivir o explicar, sentir o limitar. Lo que hay de por medio es la definición misma de la naturaleza del hombre que desde hace años se ha bandeado entre razón y sensibilidad, entre ser y deber ser, entre dueño del mundo o simplemente un habitante más de este. ¿Puede su razón delimitar la realidad? Superándose el maniqueísmo clásico, surge el campo literario de la indeterminación, la disolución de los polos o la multipolaridad, como clave de un nuevo pensamiento frente a una realidad más compleja. Hoy vivimos una época de incertidumbre, de relatividad. La vida misma tiende a la indefinición. Siempre faltan solidaridad, fraternidad y sobre todo libertad. Es necesario que los sistemas reconozcan las diferencias, las singularidades… Estandarizar a las personas, clasificarlas y definirlas ha sido un proyecto histórico inhumano. Como dije arriba, es necesario reconocer la libertad de todos y cada uno, su peculiaridad, su naturaleza… Las relaciones económicas de producción han buscado uniformar, homogeneizar, a fin de generar utilidades. Esta es la médula del viejo capitalismo enemigo de la libertad. En él, el trabajo es la forma más sofisticada de la esclavitud: enajena al hombre al punto de convencerlo de que es su sentido en la vida. Así lo celebran los empresarios. El sistema nos ha llevado a esto no por identificarse con las motivaciones individuales sino por llenar las arcas de los poderosos. No hay libertad alguna en entregar el tiempo a cambio de dinero. No se puede hablar de sistemas justos cuando sacrificamos nuestros deseos en pro de negocios monopólicos y transnacionales. Sobre esto, hace poco escuché la conferencia de la abuela Kihili Kunturpillku que afirmaba, para mí con una justeza meridiana, que este planeta es tan rico que todos podríamos vivir sin trabajar, que a todos la tierra nos ofrecería lo necesario. Yo siento que esto es verdad, que en gran medida trabajamos por enajenación, por falsa convicción de provecho, por exigencia de un sistema económico que nos ha convencido de que esto es ineludible. Trabajar por lo propio no es trabajar, es ser.

 

Finalmente, pregunta gastada pero necesaria: ¿qué escribes actualmente?, ¿insistirás en lo histórico en el futuro?

Actualmente termino la segunda parte de la trilogía propuesta con Amantes y destructoresUna historia del Anarquismo. Si en esta aludía al Anarquismo como tendencia de los primeros años del siglo XX, en esta segunda parte me adentro en el Comunismo de los años setenta del siglo pasado como médula del conflicto mundial contemporáneo. Y aunque mi propósito –ya lo he dicho— no es escribir novela histórica, indago en temas como la represión estatal, los escuadrones de la muerte, la persecución sistemática a la Izquierda, las torturas, las desapariciones, etc., todo eso que caracteriza la política de “Seguridad” de la época que, sin duda, surge de la doctrina de la seguridad nacional establecida en Estados Unidos y seguida todavía por los países latinoamericanos.

“Otro Lunes”. Revista Hispanoamericana de Literatura. 54. Marzo 2020. Año 14.

http://otrolunes.com/54/otrolunes-conversa/una-novela-que-invita-a-participar-de-un-viaje-individual-y-colectivo-conmovedor-e-inesperado/

Amantes y destructores: una historia del anarquismo

Y con esta entrega literaria, Forero, que además es abogado y dramaturgo, nos lleva por la peripatética vida de un anarquista colombiano con el cual hace un recorrido por todo el siglo XX a través de la literatura, la política y la cultura

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  • PorLuis Pulido Ritter

Actualizado 10/04/2020 00:00

En Colombia conocí a Gustavo Forero en el evento internacional que organiza como profesor de la Universidad de Antioquia, Medellín Negro, sobre la novela negra en América Latina. Él es, en efecto, un escritor que, con su novela Desaparición (2013), trabajó sobre el drama de los desaparecidos en Colombia, un drama de muchos países en la región. También ha publicado el ensayo El mito del mestizaje en la novela histórica de Germán Espinoza (2016). Y con esta entrega Amantes y destructores (2019), Forero, que además es abogado y dramaturgo, nos lleva por la peripatética vida de un anarquista colombiano con el cual hace un recorrido por todo el siglo XX a través de la literatura, la política y la cultura.

¿Quién era Biófilo Panclasta y por qué podría interesarnos un personaje como este que va de la libertad a lo trágico?

Biófilo Panclasta, amante de la vida y enemigo de todo, es el seudónimo del anarquista Vicente Lizcano, nacido en Chinácota, en 1879, y muerto en Pamplona, en 1943, ciudad cercana a la todavía candente frontera entre Colombia y Venezuela, en la que yo mismo nací. Por sus ideas progresistas y su acción revolucionaria, este líder fue perseguido por los gobiernos de Colombia, Venezuela, España, Brasil, Francia o Panamá, y detenido en numerosas cárceles (en Valencia, Venezuela, siete años en la más inclemente “mazmorra” durante la dictadura de Juan Vicente Gómez). Algunas de estas detenciones fueron por solicitud del general Rafael Reyes Prieto, dictador de Colombia, su enemigo acérrimo, incluida una como consecuencia de la confusión diplomática que desarrollo en mi novela Amantes y destructoresUna historia del anarquismo (2019). Confundirse con el burgués Santiago Pérez Triana le provocó el odio radical del dictador y su inclemente persecución. Panclasta apoyó la revolución del liberal Cipriano Castro en Venezuela, se opuso a la separación de Panamá, participó en levantamientos en Ecuador, Martinica o Brasil, y la inquina de Reyes Prieto, el bloqueo naval de las potencias imperiales a Venezuela por deudas contraídas, el apoyo de Estados Unidos a los separatistas de Panamá o la mediocre política del presidente José Manuel Marroquín, a propósito del istmo, forjaron su espíritu anticolonialista y antimonarquista. En Argentina fue parte de la Federación Obrera Regional y, en representación suya, en 1907, participó en el Congreso Anarquista de Ámsterdam, donde tuvo contacto con Charles Malato, Piotr Kropotkin o Errico Malatesta. Fue miembro, además, de la Asociación Anarquista Mexicana, país al que representó en otro congreso en Barcelona, en 1923, donde propuso la llamada Operación Europa, un plan para eliminar personalidades –sobre todo reyes– del mundo entero. Su lema “¡Revolucionarios de todos los ideales, uníos!” concreta su programa revolucionario y puede identificarse con los movimientos anticapitalistas o antiglobalistas contemporáneos; sobre todo por la idea de una huelga planetaria, de gran vigencia hoy, tiempos de Covid-19, tiempos de hambre y exclusión social, cuando se requiere en realidad ¡cambiarlo todo!

En la tradición literaria colombiana (y de América Latina) el nombre de Vargas Vila es insustituible por su laicismo, el rechazo al intervencionismo estadounidense y la crítica radical de los valores burgueses. ¿Qué hace diferente a Panclasta?

Para mí, José María Vargas Vila es un buen escritor –hace años leí Aura o las violetas y Flor de fango y, sobre todo, me gusta su Diario, publicado gracias a la escritora Consuelo Triviño Anzola. Me interesan su antiimperialismo y su rechazo a la política estadounidense para América Latina con ocasión de la pérdida de Panamá y la situación de Cuba y el anticlericalismo que mencionas. Ambas cosas resultaban revolucionarias en la época y le granjearon el destierro de Estados Unidos y la excomunión por el Vaticano. Sin embargo, el personaje conlleva cierta pose de anarquista que, como la de algunos escritores actuales, tiene como fin asegurar dádivas en algunos contextos culturales. Acaso el origen mismo de los dos anarquistas pueda ser la causa de las diferencias: mientras Panclasta es de lo que en Colombia se considera provincia, Vargas Vila nació en la capital, y mientras uno es hijo de una lavandera, el otro es hijo de un militar. Ambos participaron en las guerras intestinas de Colombia, en el lado liberal; fueron perseguidos por obtusos presidentes; criticaron al dictador Reyes Prieto; se refugiaron en un momento dado y fueron expulsados de Venezuela. No obstante, es un hecho que Vargas Vila supo lo que hacía en beneficio de su carrera: se consolidó como escritor con numerosas publicaciones, obtuvo cargos públicos gracias al Gobierno venezolano, nicaragüense o ecuatoriano y alcanzó una fama como intelectual gracias a su ingenio y carisma público. Sabía que cualquier escándalo a gran escala aseguraba fama, lectores y ventas. Quizá sea este un juicio muy tajante, pero en efecto el autor no va con mi idea de la literatura, ni del anarquismo. Para el Vicente Lizcano, a. Biófilo Panclasta, de mi novela, Vargas Vila pudo encarnar al anarquista de salón que prefiere alardear de su condición iconoclasta, buscar posiciones de poder, alternar con el rey de España o editar revistas; en todo caso, quien aprovecha oportunidades en las redes de poder para ganar una posición. Esta es la tesis que desarrollo en mi novela Amantes y destructores. Una historia del anarquismo cuando uno de los personajes advierte: “Todos hablan de Vargas Vila, pero ese era demasiado vanidoso para ser anarquista; por eso se quedó en Barcelona. Biófilo, o Vicente, como yo lo conocí, era distinto. No le interesó ni le interesa el reconocimiento o la fama... [...] No es Vargas Vila. Panclasta sí vivió como un anarquista, mija; conforme a lo que saliera en el día. Eso fue lo que yo vi [...] [...] No ha bebido las mieles del poder, mija. Ni se le ocurriría tener un cargo público, alternar con el rey de España o tener la disciplina suficiente para editar revistas... No querrá quedarse en Barcelona, como el tolimense. Acaso vuelva a Argentina, quién sabe. En todo caso, lo suyo es errar. No tiene estabilidad, ni dinero, ni le importa tenerlos”.

“Las industrias editoriales de Argentina y México tienen mayor impacto, y resulta más fácil para quienes publican allí contar con la difusión. En el campo de la novela de crímenes, por ejemplo, los autores de tales países tienen un peso inigualable”.

En tu obra se cruzan las épocas, los textos y los personajes. Amantes y destructores es también una novela que habla de ti mismo como escritor, inmigrante y crítico de tu tiempo. ¿Ves alguna similitud entre lo que vivió Panclasta y tu experiencia de vida?

Justamente mi novela Amantes y destructoresUna historia del anarquismo (2019) parte de la base de la comparación entre la vida de Vicente Lizcano, a. Biófilo Panclasta, y la mía, lo que provoca ese cruce de épocas, textos y personajes que adviertes. Como dije antes, yo nací en Pamplona, la ciudad donde el anarquista murió el 1 de marzo de 1943, casi veinticuatro años antes. El Hogar de San José, donde pasó sus últimos días y sufrió el infarto al que se refieren algunos de sus biógrafos, queda a unas cuadras de la casa de mis padres y ambos lugares conforman un eje que conduce al cementerio El Humilladero. Curiosamente, como dice el personaje, yo siempre me sentí “jalado” por los muertos de ese lugar. Allí fue enterrada mi tía Julia Fuentes, personaje de mi novela, sin reconocimiento alguno, tal como se hacía con aquellos que la religión consideraba personas vergonzantes. A ese cementerio también fue a parar mi padre, hasta que sus restos fueron trasladados a Bogotá. Además de esto, existen otras confluencias con el personaje: como Julia, el anarquista no fue reconocido por su padre, Bernardo Rojas, razón por la cual no creo correcto incluir este apellido en su nombre. Su madre, Simona, como la mía, tuvo que sacar adelante a la familia en medio de una sociedad conservadora que no admitía y, ni siquiera hoy, admite “hijos naturales”, como se llamaba a quienes su padre no había reconocido. Aparte de eso, hay otros elementos en común: haber trasegado como inmigrante por una Europa envilecida de capitalismo; el amor desmedido y casi irracional por una Francia revolucionaria; estancias significativas en España, “un volcán en erupción” según el anarquista, y sobre todo, en Barcelona, la rosa de fuego del anarquismo; el interés por Max Stirner, el anarquista individualista, aun antes de que yo pensara en la novela, o por la filosofía de Nietzsche. Incluso, mi rechazo al imperialismo o el llamado constante a una revolución social para reivindicar los derechos de las mayorías... En fin... son muchos puntos en común con el anarquista que son más que semejanzas particulares: constituyen un espíritu. Creo fervientemente que estamos en un momento semejante al de principios del siglo XX: existe una especie de certeza de que un sistema da pie a otro, de que el capitalismo está agotado y debemos trascender una forma de vida que ya ha prescrito, una normalidad que ha sido patológica.

Has trabajado mucho, como académico y escritor, la novela negra colombiana y latinoamericana. ¿Es ahora una digresión de esta trayectoria?

Como Panclasta, he tenido que desempeñar diversos oficios que me han permitido ver la vida de distintas maneras. Escribir novelas no es una digresión de mi trabajo. Soy abogado, profesor y escritor. Mis trabajos críticos sobre la literatura colombiana, latinoamericana o española (publico próximamente el libro Capitalismo, crisis y anarquismo en la novela de crímenes del siglo XXI en España) son parte de mi producción intelectual, lo mismo que mis novelas. Una teoría estética como aquella de la fragmentariedad formal en la literatura, que expuse hace algunos años, es parte de una unidad reflexiva y explica las novelas Desaparición y Amantes y destructoresUna historia del anarquismo (2019). Mis cuentos, incluido Partner in Crime que acabo de publicar en México, son parte de lo que considero una cosmogonía.

¿Cómo ves el paisaje literario latinoamericano desde España?

América Latina busca peculiares caminos para hacer presencia en España. Si en general no cuenta con una fuerte industria editorial, los escritores latinoamericanos buscamos redes de producción, distribución y difusión alternativas de nuestros trabajos que van haciendo mella en su paisaje literario. Más aún cuando de países que son periferia dentro de la periferia se habla: El Salvador, Bolivia o Colombia. Las industrias editoriales de Argentina y México tienen mayor impacto y resulta más fácil para quienes publican allí contar con la difusión. En el campo de la novela de crímenes, por ejemplo, los autores de tales países tienen un peso inigualable. El hecho de que varios de ellos resulten finalistas o ganadores de los premios españoles se puede vincular con la importancia de la industria nacional de la que son parte. A pesar de que a menudo los escritores de tales orígenes soslayen la importancia de esta situación, es un hecho que eso sirve de telón de fondo para sus carreras. Esto además de que muchos están afincados en España desde hace años. El exilio de argentinos en los años 70 del siglo anterior, por ejemplo, tuvo gran impacto en Europa: ellos transmitieron su visión de la vida, publicaron aquí y tuvieron eco en España, Francia o Alemania. En ciertos contextos, en Francia se identifica a América Latina con Argentina. No es casual que en un encuentro de escritores del género en la Casa de América de Madrid el evento se haya publicitado como una charla de escritores latinoamericanos y yo hubiera sido el único que no era argentino. Días antes, el excelente escritor colombiano Pablo Montoya se había presentado en el mismo espacio con poca audiencia. La literatura latinoamericana en general tiene un lugar en los lectores españoles, pero no es fácil encontrar los cauces para difundirla.


“La Estrella de Panamá”


https://www.laestrella.com.pa/cafe-estrella/cultura/200410/amantes-destructores-historia-anarquismo

Los encuentros maravillosos que propician la Fiesta del Libro y Medellín Negro, por Ramón Illán Bacca

Este evento en Medellín, como todo lo que organizan los paisas, estuvo inmejorable. Juan Diego Mejía, el director, resultó tan buen organizador como lo es como novelista. Uno de los programas más interesantes es ‘Adopta un autor’. En las escuelas se lee, durante un tiempo previo, a un determinado autor y en la fiesta se le lleva a encontrarse con sus jóvenes lectores.

Estuve en una escuela pública en Aranjuez, un barrio en los altos de Medellín. Quedé sorprendido por el griterío que se formó a mi llegada, los resúmenes que se hicieron de mis libros, el baile de La pollera colorá con muy buen ritmo, el retrato a lápiz que me hicieron, los libros de La mujer barbuda que me dieron a firmar y el momento feliz que me hicieron pasar.

La charla sobre literatura costeña que tuve conJosé Luis Garcés fue moderada por Guillermo Cardona. Estuvo amena y regocijada. Vi entre los asistentes a viejos amigos, de esos que al encontrarnos la pregunta es: “¿eres tú?”.

El comedor es el mejor sitio para alternar con los otros escritores. Luisa Valenzuela, escritora argentina, me habló de su amor a las máscaras y su paso por el Carnaval en Barranquilla. Hablamos de la política de su país y le confesé que no entendía al peronismo. “Es difícil, acepto”, me dijo. Después me contó cómo en su novela La máscara Sarda recogió el rumor de que Juan Domingo Perón había nacido en la isla italiana de Cerdeña. “Después de visitar la isla, donde el rumor era aceptado como un hecho, no pude abandonar el tema. La novela la escribí en pocos meses”, me dijo.

Gabriela Alemán, escritora y editora ecuatoriana, me regala un libro publicado por su editorial, 008 contra sancocho, del escritor caleño Hernán Hoyos. Un libro erótico y divertido que en los años setenta nos pasábamos de mano en mano los universitarios, los cantineros, los policías y las chicas malas. El único escritor colombiano que ganaba plata antes de García Márquez, afirmó Óscar Collazos.

En otra mesa encuentro la gente pesadade la novela negra en el país. Está presidida por Gustavo Forero Quintero, fundador del Congreso Internacional de Literatura Medellín Negro. En la mesa están también escritores argentinos como Pablo Yoiris, ganador del IV Concurso de Novela Negra en Medellín, con Resnik. Un tipo afable que me dice es profesor en una prisión en la Patagonia. Él ha dicho que “en la Patagonia el arte es una rama del turismo… nada de enredarse con cuestiones psicológicas y filosóficas, eso es para los porteños”.

Se encuentra también Fernando López, abogado, exmagistrado y autor de varias novelas premiadas como Arde aún sobre los años, premio Casa de las Américas en 1986, con Germán Vargas Cantillo como uno de los jurados. El mejor enemigo, novela que leo, nos muestra el terror en la dictadura militar de los setenta, de lo difícil que es detener al Estado cuando quiere perjudicar a alguien.

Con Jorge Barraza, el escritor y comentarista deportivo argentino, la corta conversación se dio en forma espontánea. Mencionó a Gyula Zsengellér, el futbolista húngaro, revelación en el Mundial de 1934, séptimo goleador mundial de todos los tiempos y que en el 52, ya cuarentón, jugaba con el Deportivo Samarios, en Santa Marta. Hablamos de René Alejandro Pontoni, considerado el mejor centro delanteroen la Argentina (por encima de Di Stéfano) y que me devolvió la pelota cuando jugaba bola de trapo en la calle del pozo. Venía Santa Fe a jugar esa tarde con el Deportivo Samarios, y ese pase fue mi gran momento futbolístico.

Publicado en el periódico El Heraldo, el 4 de octubre de 2015.

Córdoba Mata 2015. La sangre de América: Violencia política, literatura y crimen

“América se desangra” fue el disparador para congregar a escritores del género negro dentro del festival Internacional CÓRDOBA MATA 2015. En la del Patio Mayor del Cabildo, lmer Mendoza, Gustavo Forero, Néstor Ponce y Osvaldo Reyes narraron vivencias y contextos que atraviesan sus novelas negras. Como parte de “últimos resabios del realismo” el crimen y las desapariciones trascienden los relatos de ficción.

Por Ximena Cabral (*)

Elmer Mendoza, Gustavo Forero, Néstor Ponce, Miriam Pino, Osvaldo Reyes y Fernando López|

Elmer Mendoza, Gustavo Forero, Néstor Ponce, Miriam Pino, Osvaldo Reyes y Fernando López|

Crear entre las balas

La construcción y las propias biografías de los centrales referentes del género hoy fueron atravesadas por vivencias y experiencias disímiles. Osvaldo Reyes, referente vital del género en Panamá marcó, en el inicio de la conferencia, la importancia de la formación para crear ficción

“Yo comencé como lector, en toda mi infancia, sobre todo aventura. Un padrino en mi adolescencia me regaló ‘Cianuro espumoso’, de Agatha Christie que en esa época se conseguían en el supermercado”, manifestó Reyes.

“Tengo la memoria impresa de cuando lo leí, volteé me puse el libro en el pecho y quiero seguir comprando este tipo de libros hasta los 81”.

El caso fortuito de la novela, sumado al acompañamiento de la maestras en su formación fueron tallando su prosa en sus libros como “El efecto Maquiavelo”.

Por su parte, Néstor Ponce subrayó el respeto de la palabra como biografía propia. El argentino radicado en Francia, expresó como la vivencia del exilio le permitió experimentar los sentidos de la lengua natal y los matices y riquezas de la expresividad de la palabra.

Asimismo, especificó el carácter que tiene el propio género: “La relación literatura y crimen tiene que ver con el carácter social de la literatura. Con tanto hipertexto hoy lo que tiene grande la literatura es no perder la referencia, lo social.”

Los disparadores de la escritura y la relación del crimen con la literatura, propuesta por la moderadora Miriam Pino, se anclaron en el contexto de trabajo en México y Colombia. La experiencia de Gustavo Forero, escritor y profesor de Universidad Antoquia, fue radical y atravesada por la violencia política donde “el crimen resulta vecino”.

“Nací en una ciudad pequeña al lado de Venezuela y allí ocurría lo que está ocurriendo hoy. Muchas personas de Pamplona tenían que desplazarse a otra ciudad para poder sobrevivir en un contexto criminal., Mi madre tuvo que buscar cuando murió, las carreteras son fatales y la que comunica con Venezuela fue hecha en 1826, mi padre se fue por un precipicio”, señaló.

Gustavo Forero en el Córdoba Mata 2015

Gustavo Forero en el Córdoba Mata 2015

En el contexto de frontera era muy difícil para una mujer vivir sola, entonces mi madre se desplazó a Bogotá y allí era otro espacio del crimen, organizado o no, institucional o no. La delincuencia en Bogotá es una de las más altas del mundo. Los niños teníamos que convivir con esa violencia organizada, los paramilitares, las células del narcotráfico que iban surgiendo. Estábamos rodeados de crimen. Por mi condición, por mi nación y por mi historia personal el crimen me resulta vecino”, enfatizó.

Elmer Mendoza, reconocido internacionalmente como ser el padre de la “literatura Narco”, relató como el propio contexto lo llevó a ser un escritor negro: “Nosotros hemos vivido una zona de guerra. Hemos creado mecanismos sociales para sobrellevar esa situación. Ahí tiene que surgir un arte producto de estas circunstancias. No queremos que los países se olviden de esto. Nosotros no hacemos apología de nada, como en un año se producen 20 mil cadáveres ¿cómo vamos a estar de acuerdo con eso?. Los millares en la miseria sin política educativa, ¿cómo vamos a estar de acuerdo en eso?.”

Directo, confrontando las críticas de quienes confunden esta literatura con apologías, expresó: “Nací donde están los sistemas de producción y rutas centrales del narcotráfico. No puedo estar en la calle tirando balazos –siempre tuve mala puntería-, pero si puedo escribir textos y eso es lo que hago.”

El cuerpo del crimen: el escritor

“Yo trato de encontrar paz pero tengo paranoia. Siempre escucho los balazos, tengo miedo que venga alguien a mi casa a buscarme, cuando me manifiesto como profesor que me investiguen por decir cosas”, expresó ante un auditorio conmovido  Gustavo Forero y relató el caso de un docente que lo investigaron y lo apresaron por comentar en actividades internacionales lo que pasa en Colombia.

“En un país como el mío escribir es un acto de fe. Mi literatura es una correría y mi novela persecución es una paranoia. Ahí estamos todos los colombianos y sobre todo la sentimos los que queremos escribir y dar un manifiesto de nuestro contexto histórico que es lamentable. Mi tono es desde la denuncia, el dolor, el desgarramiento.”

Acordó que si bien Medellin, intenta cambiar, “lo que sabe de allí es la punta del iceberg, lo grave se replica en todas las ciudades colombianas”.

En Arauca no podemos asomarnos al río porque están persiguiendo, paramilitares, guerrilleros, todo el mundo. Si bien hay administraciones que quieren hacer algo por mejorar, aun perduran las fuerzas oscuras,” reflexionó como parte de escenario que bien describe en parte su novela “Desaparición”.

Elmer Mendoza, relató como es su trabajo en medio de los sonidos de silbidos y las explosiones: “Cuando todos los días empiezo a escuchar balazos ya empiezo a sentir temor. A quien se la estarán disparando es lo primero que veo.”

Sin embargo aclaró que “si todos los días hay disparos, atenta contra mí, no hay novela coherente. He tenido que tomar medidas mientras trabajaba. Hemos hecho un movimiento que es no entregar la ciudad, entonces lo ganamos en los restaurantes, los lugares y la calle.”

La lengua madre, la lengua viva

En la construcción de los escenarios propios del género, los nuevos escritores reconocen la importancia de poner los acentos zonales. Osvaldo Reyes explicó que “también hemos roto las reglas de las que muchos hablan del “deber ser”, de la literatura negra. Si no incorporamos la lengua coloquial de donde escribimos limitamos la posibilidad de representar las características particulares de nuestra sociedad”.

Ejemplificó con la lengua canalera, de los inmigrantes, que llegaron a la construcción del canal de Panamá: “Todavía la conservamos. Incluso la hemos incorporado en la literatura”.

Elmer Mendoza, también aclaró como “el lenguaje de la calle al pasarlo a las leyes del discurso, exige lo suyo. Una maldición que en México usamos muchísimo conseguir que tenga el efecto que un narrador busca para que tenga una emoción intensa, que cree una atmósfera. Incorporar al lenguaje esa lengua madre de la oralidad exige trabajo”.

Elmer Mendoza en el Córdoba Mata 2015

Elmer Mendoza en el Córdoba Mata 2015

En ese artesanato, donde se trabaja desde los recursos tradicionales del crimen, el suspenso, las sombras, Néstor Ponce como narrador y poeta, remarcó que “la función moral del escritor tenemos que asumirla como creadores y artistas. No de hacer un panfleto, sino crear trabajar con la lengua, la imaginación y la memoria para poder establecer un dialogo con el público.” 

Desde esa perspectiva, se fueron recuperando parte de los diferentes legados y desafíos que una América que se desangra interpela a los trabajadores de la pluma.

Sobre el final, Ponce recuperó ante un auditorio despierto lo que considera la potencia del género: “Los escritores policiales somos el resabio del realismo. Es una responsabilidad.”

Las discusiones sobre literatura y violencia continúan durante este fin de semana en Mina Clavero.

(*) Periodista – Secretaria de Cultura del Cispren.

Fotografías Manuel Bomheker.

www.prensared.org.ar

Publicado en Centro de Documentación Juan Carlos Garat.

¿Novela Negra en Colombia? Gustavo Forero, Laura Restrepo y Sergio Álvarez discuten sobre ello en Barcelona Negra 2015

Laura Restrepo, Sergio Álvarez y Gustavo Forero representan tres generaciones distintas de autores nacionales y se reunieron en Casa Amèrica Catalunya de Barcelona, para hablar sobre la realidad y la ficción.

Por: Isabel-Cristina Arenas

En Colombia no hay novela de detectives sino de criminales. Todas las novelas son negras. Es la conclusión de la charla entre Laura Restrepo, Sergio Álvarez y Gustavo Forero. Los tres se reunieron el pasado 11 de febrero en la Casa Amèrica Catalunya de Barcelona para charlar acerca de la novela negra en Colombia. Tres generaciones de escritores y diversas formas de ver el panorama nacional. Unos más optimistas que otros, con la ventaja que tienen la distancia y la experiencia, y ninguno sin la desventaja de los estereotipos que hay sobre vivir en el país.

La charla es dirigida por Paco Camarasa, comisario de BCNegra 2015 y librero, quien pregunta a cada participante cuál es la luz que aportan sus novelas a la realidad colombiana.

“En Colombia no se puede escribir sobre detectives, sería gracioso. No se investiga porque todo el mundo sabe quién mata”, dice Laura Restrepo, y continúa: “En toda civilización se dice que la vida es mejor que la muerte, pero en Colombia esto no es tan claro y la vida no tiene mucho sentido. Es la herencia que nos ha dejado Pablo Escobar: dinero fácil, lujo, mujeres, y si no lo tienes la vida es sólo anonimato”. A pesar de las declaraciones, esta escritora, Premio Alfaguara en 2004 con su novela Delirio, no puede evitar la emoción que siente al hablar sobre literatura, así sea sobre el tema recurrente de la muerte en las novelas colombianas. Restrepo comenta el inicio de Cien años de soledad, de García Márquez, y El desbarrancadero, de Fernando Vallejo, y demuestra cómo en un solo párrafo estos dos escritores atan el pasado, el presente y el futuro en torno al ciclo de la vida. “Un amarre de temporalidad”.

 

Sergio Álvarez, autor de 35 muertos (Alfaguara, 2013), cuenta que cuando era niño y vivía en un barrio de desplazados vio cómo alguien se empeñaba en robar siempre en la misma calle a pesar de los maltratos de policías y de la gente del barrio. En ese momento se dio cuenta de que los colombianos repiten una y otra vez las mismas historias. Después comenta con detalle el día en que Fabio Ochoa participaba en una cabalgata y la impresión que sintió al ver cómo la gente lo recibía aplaudiendo. “Escribir novela en Colombia es muy difícil porque la vida real siempre es más emocionante. La violencia lo atraviesa todo”.

Gustavo Forero, director del Congreso Internacional de Literatura Medellín Negro, se pregunta qué es lo que ilumina sus pasos. “La forma en que caminan los europeos y los norteamericanos es diferente. Ellos lo hacen con seguridad, el imperio se los da”. La intervención de Forero se centra en la necesidad de vigilar todo en Colombia, y en que a pesar de esto desaparecen treinta y cinco personas cada día y se convierten en anónimos. Denuncia que en el país se camina a la intemperie, no hay Estado, Gobierno, salud, vivienda, estudio. “En mi país la gente camina diferente”.

Al final de la charla Laura Restrepo cita a José Saramago, quien dijo que Colombia era fascinante, terriblemente fascinante. Estas dos palabras son enfatizadas por la escritora y después compara la inteligencia de los colombianos con la de los somalíes, que viven rodeados de conflictos. “Somos una descarga de energía, una mezcla agradable, adictiva, así nos matemos”. ¿Qué salida hay?, le pregunta un español del público bastante consternado por la situación del país. A lo que ella responde que los colombianos vivimos como si estuviéramos en un laboratorio que nos permite ver hacia adelante, como si ya hubiéramos vivido todo y estuviéramos de vuelta; lo que se vive allá es lo que va a pasar con la humanidad. “Esto no va bien, lo de Colombia es una visión concentrada del mundo, de lo mal que va, pero por lo menos poseemos la noción. Seguiremos igual a menos que tengamos el coraje de darle la vuelta a este sistema que no es humano”.

Sergio Álvarez dice que los seres humanos son capaces de lo mejor y lo peor dependiendo de las circunstancias. Cuenta que a veces pone las noticias de Colombia y se aburre pues llevan cincuenta años repitiendo lo mismo. “No importan las situaciones en las que viva la gente, los colombianos siempre vamos a encontrar una forma de comunicarnos”. A él no le preocupa el futuro, a diferencia de Laura Restrepo, prefiere vivir el día a día, “prever un poco porque vivimos más tiempo del necesario”. También insiste en que el futuro del mundo es el mestizaje, pero no el de raza sino el de culturas, religiones. Otro español consternado pregunta sobre el boom de producción audiovisual que hay en Colombia. “Tenemos una ley del cine fascinante (Ley 814 de 2003) y hay muchas posibilidades de hacer algo. ¿Está mal que Colombia haga novelas, series, películas de sicarios? ¿De qué más hacemos, de nuestros premios nobel en física?”, responde Sergio Álvarez, quien cuenta que el actor que escogieron para interpretar a Pablo Escobar era muy bueno, y la gente terminó queriéndolo más. “En Colombia pasan esas cosas, pero es un país de oportunidades tanto buenas como malas, así que hay que jugárselas”.

Los participantes en la charla hablaron principalmente sobre la situación actual del país, de cómo el mundo ve a Colombia y qué se puede hacer para cambiar la imagen. Hizo falta un poco más de literatura y sobraron estereotipos.

Publicado el 20 de febrero de 2015 en el periódico El Espectador.

Todos somos sospechosos: Gustavo Forero en Radio 3, de España, el 10 de julio de 2013

"Hoy tenemos una coartada muy ecléctica compuesta por varios libros de diferente índole y que tienen algo en común: la búsqueda de la libertad.

"Por un lado conoceremos Desaparición, la primera incursión en la novela negra para Gustavo Forero, responsable del evento internacional dedicado al crimen Medellín Negro, que nos habla a través de su ficción de la legitimidad del estado, de las libertades, la sociedad, el sistema... 

"Por otro lado tenemos ciencia ficción en formato clásico, hoy Yoli García nos acerca al libro de relatos futuristas Yo Robot, de Asimov, un imprescindible de la literatura universal que cuestiona la relación entre el hombre y la máquina y se pregunta si la tecnología, realmente, nos hace libres o esclavos.

"Y por último hoy defendemos también la libertad sexual. Lo hacemos con Megan Maxwell, autora romántica que se ha pasado a la literatura erótica para romper tabúes acerca de las relaciones íntimas. "Pídeme lo que quieras" es su trilogía más caliente. Habla de swingers, intercambios, sexo en grupo, porque en el sexo tampoco hay que tener barreras y si las hay, también se pueden romper."

Publicado en Rtve.

Cristina Fallarás presentó la novela Desaparición de Gustavo Forero en Barcelona

Ayer jueves al atardecer dimos la bienvenida en la librería de la Lluna a Gustavo Forero Quintero y su novela Desaparición. Con unos cuantos amigos, unos litros de ponche y unas viandas, la velada se alargó hasta la media noche. Tiempo suficiente para que el autor nos pusiera al día de la situación de impunidad criminal que se vive en Colombia, su país natal y de residencia.

“Una búsqueda infinita y absurda, que aborda las pasiones humanas enfrentadas a lo desconocido, un thriller urbano que hurga en los rasgos más oscuros de un país cercano a la esquizofrenia y la impunidad”.

Gustavo Forero Quintero, además de escritor y profesor universitario de literatura en la Universidad de Antioquía, es director del Congreso Internacional de Literatura Medellín Negro.

 

Según cifras de las organizaciones sociales y de derechos humanos, en Colombia diariamente desaparecen dos o tres personas. Desaparición es una novela que narra este drama en el contexto de la Toma del Palacio de Justicia de 1985. Desde la perspectiva original de un amor fracasado se revela todo un sistema de exclusión e injusticia social que enmarca el trasegar de miles de personas que enfrentan la pérdida de sus seres queridos y la elaboración de un duelo que nunca se llega a concretar. La novela presenta, así, un panorama de las circunstancias sociales que rodearon la Toma: el papel de la guerrilla y la lucha revolucionaria, del Ejército y Pablo Escobar o de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia. En general, propone una íntima reflexión sobre el significado de la democracia y un hecho histórico fundamental para entender los problemas contemporáneos en Colombia. El desenlace inesperado permite evaluar estos y otros temas propios de lo que puede considerarse la naturaleza humana en tiempos de conflicto armado.

Forero Quintero, Gustavo. Desaparición. Bogotá: Ediciones B / 

Publicado en Librería de la Lluna

Este martes 30 de abril Gustavo Forero Quintero presenta en la FILBO su nueva novela Desaparición

“En Colombia es más importante la guerra en abstracto que la desaparición”. Gustavo Forero Quintero

El próximo martes 30 de abril se realizará el lanzamiento de la primera novela del escritor colombiano Gustavo Forero Quintero, Desaparición, en el marco de la 26ª Feria Internacional del Libro de Bogotá. Esta obra, caracterizada por una prosa ágil e incesante, llena de erotismo y dolor, fluctúa entre el romance y la tragedia, al tiempo que presenta una reconstrucción crítica de lo ocurrido en la toma del Palacio de Justicia y un duelo inconcluso suscitado por la desaparición de una de sus víctimas. Dialogamos con Gustavo Forero Quintero sobre el origen de su novela, editada por Ediciones B dentro de su serie “Novela Negra”, y sobre los alcances de Desaparición. Esto fue lo que nos contó.

P/ Si bien, su novela puede leerse dentro de la clave de novela de crímenes que usted mismo ha desarrollado como crítico, Desaparición sorprende por la multiplicidad de géneros que se mezclan en su prosa, pues puede leerse tanto como una historia de amor como una novela histórica, como una novela negra o, incluso, como una novela política. ¿Qué perspectiva considera que es más relevante en su obra y cuál es su propósito al presentar a un mismo tiempo una variedad de subgéneros tan amplia al lector?

GFQ/ Desaparición puede leerse como una novela de crímenes –de hecho Ediciones B la ha incluido dentro de la colección Novela Negra—, pues da cuenta de un ambiente general determinado por el crimen. Desde el homicidio hasta la desaparición forzada, pasando por la violación y el crimen político, la novela es un mosaico de lo que he denominado en mis estudios académicos la anomia social que vive Colombia y buena parte de América Latina. Al mismo tiempo Desaparición puede considerarse una propuesta posmoderna de la antigua novela realista, tan solidarizada con los oprimidos; e incluso puede entenderse como una novela histórica, pues se inspira en un hecho fundamental para la historia colombiana como la toma y retoma del Palacio de Justicia ocurrida en 1985. También puede asumirse como una novela sentimental o, por último, puede equipararse con la tragedia, por su final inesperado y desgarrado. Por lo tanto, creo que esta novela ilustra en efecto una mezcla de géneros literarios que bien merece atención crítica. Mi propósito, sin embargo, apunta más a mi propia visión del mundo como escritor, que se fundamenta más en la comprensión del mundo desde una perspectiva de la fragmentación.

P/ Justamente, en ese sentido, al leer la novela se siente que el desarrollo de la historia sigue la evolución emocional y psicológica de los personajes en lugar de una línea de tiempo que organice los hechos. ¿Hay una propuesta estética en ello?

GFQ/ Por supuesto. Lo que inspiró la novela, desde el punto de vista formal, fue una reflexión en torno al concepto del tiempo, aspecto que determina la estructura de Desaparición. Para unos, el tiempo es lineal, progresivo, en tanto que para otros es cíclico. Estas dos aporías de la dimensión han dominado la percepción cultural. Lo que yo quise representar en la novela es que el tiempo es una dimensión que cada persona asume de forma individual, como experiencia propia. Esto significa que sólo cada uno de nosotros tiene su idea personal del tiempo y su sentido del valor de esa dimensión. A partir de esta conciencia, surge lo que llamo la decisión, que es lo que Nietzsche ya había anunciado como la apropiación del tiempo con la famosa metáfora del hombre que muerde la serpiente que se le ha metido por la boca. Tal perspectiva, si se hiciera efectiva, supondría un cambio fundamental en la cultura. Y, como todos los cambios radicales, supondría sobre todo un cambio en las relaciones de producción: ¿es humano entregarle nuestro tiempo a una empresa despojándonos de buena parte de lo que Marx llamó la plusvalía? ¿Se justifica que sacrifiquemos nuestro tiempo viendo ocho horas diarias de televisión o entregados a actividades inocuas? ¿Cuándo trabajamos los domingos o los feriados, o cuando trabajamos por fuera del horario laboral, no tenemos derecho a un salario extra? ¿Tengo derecho a perder dos, tres o hasta cuatro horas diarias en un trancón? Estos interrogantes son sólo ejemplos cotidianos de la importancia de la manera personal de concebir el tiempo. Depende de lo que yo crea de él, aceptaré o rechazaré ciertas situaciones que me presenta la vida y al decidir respecto de estas estoy decidiendo mi propia vida.

P/ ¿Cuál sería su sinópsis de Desaparición?

GFQ/ Esta novela narra una experiencia sentimental de una pareja que pese a las circunstancias persiste en su amor y, como su nombre lo indica, una de ellas en un momento dado tiene que darse a la tarea de encontrar a la otra. De ahí que el nombre determine el tema de la novela. Esta historia, que es el duelo de una persona por su amada, que es desaparecida, se enmarca dentro de un hecho histórico fundamental para Colombia como es la toma del Palacio de Justicia de 1985, y aunque este hecho aparece como un fondo en la novela, es un hecho crucial porque determina toda la acción de los personajes por cuanto ellos son representantes, a su vez, de discursos, de ideologías, de una perspectiva política que lleva a cada uno a resolver la situación de una manera totalmente diferente. Por una parte está la utopía marxista, la utopía comunista, que pretendió llevarse a cabo y que defendieron tantas personas en los años setenta; y por otro lado está un poco el pragmatismo contemporáneo, el sentido de la utilidad individual, el sentido de la libertad en términos absolutamente liberales. Esta oposición es la que va a generar la tensión de la novela y su resolución. Creo que Desaparición da cuenta entonces de dos perspectivas políticas a grandes rasgos, las dos perspectivas que han forjado desde mi punto de vista toda una generación en Colombia, que es mi generación. La tensión entre ellos es la que va a generar la tensión en la novela y la fragmentación a la que me he referido antes, que puede equipararse sin duda a la tensión que vivimos hoy y que fluctúa entre el socialismo, aún vigente en muchos países de América Latina, y el liberalismo dominante al menos en términos económicos.

P/ El contexto de la Toma del Palacio de Justicia ocurrida en 1985 en Bogotá le agrega un carácter crítico y político fundamental a Desaparición. ¿Cuál fue la razón para que usted lo tomara como referente de la novela?

GFQ/ Respecto a este hecho trascendental para la historia de Colombia hay dos razones que determinaron su tratamiento en Desaparición: mi experiencia personal y el interés por el tema de la desaparición. En lo que atañe a lo primero, debo decir que para la época era estudiante de la Universidad Externado de Colombia y justo el seis de noviembre tenía examen final de derecho penal con el profesor Alfonso Reyes Echandía. El hecho de que el magistrado no llegara y la manera en que, a través de los medios de comunicación, viví su calvario tuvo para mí un efecto trascendental: cambiaría mi percepción del Derecho, de la democracia y, en especial del poder. En segundo lugar, de ahí en adelante me sensibilicé mucho con el tema de la desaparición. El hecho de que en Colombia desaparezcan hasta veinticuatro personas diariamente y de que tengamos un número de desaparecidos superior a 200.000 me llevó a plantearme el tema del dolor de las víctimas de este crimen. Durante la dictadura de Pinochet desaparecieron unas 1.200 personas y esto ha sido vergüenza nacional desde entonces. En Colombia hay muchos más desaparecidos y no existe verdadera conciencia social del hecho. Creo que es necesario que hablemos de ello, cada uno desde su propia perspectiva. La mía, por pasión y pulsión vital, es la escritura.

P/ La sensibilidad que se percibe en su obra hace que su voz como narrador se distancie mucho de la voz y la imagen que solemos atribuirles a los académicos. ¿Cómo percibe usted mismo esto?

GFQ/ Hasta ahora, mi trabajo como docente o investigador en el campo de literatura es lo que la gente conoce. Sin embargo, yo llevo años escribiendo y tengo numerosas obras –cuentos, obras de teatro, novelas— guardadas a la espera de su publicación. Una cosa ha ido acompañada de la otra. La academia enriquece la obra artística y esta a la Universidad. Creo firmemente que un maestro es quien asume su labor de una forma artística, y esto no quiere decir de manera ligera: ambas esferas del conocimiento hacen parte de una misma disciplina, la literatura que, como tal, exige sacrificio, dedicación y entrega. Nadie se imagina que un músico que enseña lo hiciera sin el rigor propio de su disciplina. Tampoco debe pensarse que por enseñar o hacer literatura se esté en el campo de la simple especulación o la sensibilidad pura. Como todas las áreas del conocimiento, la literatura exige entrega, mucho cuidado y trabajo. De no ser por todo esto lo que concebimos como inspiración no tendría ningún destino. O más aún: esto es la famosa inspiración.

P/ Su novela plantea, sin duda, una fuerte crítica a la militarización ¿Qué tanto cree usted que puede llegar a determinar esto la recepción que tenga Desaparición en el público y cuál es su propósito con ello?

GFQ/ Siempre he criticado este tema en Colombia y en el mundo entero. Nuestra historia está plagada de referentes militares, próceres, guerras, ataques, que es necesario cambiar. ¡Qué agradable sería una historia nacional contada a partir del desarrollo intelectual de la gente! La militarización de la cultura ha hecho de nosotros simples objetos de discursos delirantes. La Conquista, la Colonia, la Independencia han sido hechos históricos determinados por élites de poder armadas. Con el tiempo, la gente se da cuenta de que tales hechos significaron más derramamiento de sangre que felicidad para la sociedad. El propio vocabulario castrense me ha parecido siempre peligroso: palabras como vanguardia, estrategia, ataque, fuerza, competencia, ataque, etc. han hecho de nuestra vida un espacio de guerra, sobre todo en países como Colombia, donde el mercado de armas, la intolerancia o el sectarismo han llegado a niveles inhumanos. Espero que todo esto no haga más que invitar al lector a plantearse las cosas de modo distinto a como nos las han presentado. En tal sentido, busco una recepción original de autores pacifistas, pues es esto lo que más necesita la humanidad.

P/ ¿Y qué piensa de la estigmatización de los géneros?

GFQ/ Sé porqué lo pregunta. Desaparición es entre otras cosas una matización de las fronteras entre los géneros masculino y femenino (además de un ejercicio de desdibujamiento de otras tantas). Como dicen muchas feministas, creo que el modelo patriarcal está agotado y es necesario reemplazarlo por otros modelos culturales. Esto tiene que ver con la pregunta anterior, claro: la guerra, los imperialismos, las invasiones han sido en principio cosas de hombres y hasta el momento esa lógica histórica nos ha gobernado a todos. Es necesario trascender por fin las lecturas binarias del mundo, tanto como superar las divisiones entre los géneros que sustentaron esa lógica. Las mujeres no deben estar condenadas a ciertas labores, las de la casa o la maternidad, por ejemplo, como tampoco enemistarse con los hombres por querer hacerlo. Por nuestra parte, los hombres no podemos continuar cumpliendo los roles que nos exigen sacrificios (en la guerra, por ejemplo) o limitar nuestras propias demandas humanas de afecto o placer. Unos y otros, y los que se consideran en el medio o en las fronteras debemos vivir conforme a nuevas pautas. La cultura cambia, la tecnología avanza, la libertad tiende a crecer, ¿por qué no vivir conforme a múltiples perspectivas de lo que significar ser humano?

La presentación de esta novela en la Filbo estará a cargo del escritor colombiano Sergio Álvarez (autor de 35 muertos y La lectora), que desde su experiencia como lector y autor de novelas negras sostendrá un conversatorio con Gustavo Forero Quintero que permitirá ahondar en otros interesantes aspectos de su novela. La cita es el próximo martes 30 de abril a las 4:30 p.m. en el salón María Mercedes Carranza, de Corferias. ¡Marque su agenda para no perdérsela!

[Gustavo Forero Quintero es profesor de literatura de la Universidad de Antioquia; Abogado y Literato. Doctor “Cum Laude” en Literatura Española e Hispanoamericana (Universidad de Salamanca) y Magíster en Études Romanes (Universidad de la Sorbona - París IV). Entre sus libros se encuentran El mito del mestizaje en la novela histórica de Germán Espinosa (Universidad Externado, 2006), Magia de las Indias (Planeta, 2007), la edición notada de Xicoténcatl de autor anónimo (Iberoamericana/Vervuert, 2012), Crimen y control social (Editorial Universidad de Antioquia, 2012), La anomia en la novela de crímenes en Colombia (Siglo del Hombre, 2012), Trece formas de entender la novela negra (Planeta, 2012) y la novela Desaparición (Ediciones B, 2012). Es, además, director del Congreso Internacional de Literatura Medellín Negro y coordinador del Grupo de investigación Estudios Literarios de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia.]

Gustavo Forero Quintero.jpg

"Ya es tiempo de que en Colombia dejemos de pensar en abstracto y miremos de frente, como lo han hecho Argentina, Chile e, incluso, Guatemala, el dolor de la desaparición forzada", afirma el escritor colombiano Gustavo Forero Quintero, autor de la novela Desaparición, que se lanzará el próximo 30 de abril en la Filbo a las 4:30 p.m..

 @GustavoForeroQ / gustavo.forero@udea.edu.co

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