Los encuentros maravillosos que propician la Fiesta del Libro y Medellín Negro, por Ramón Illán Bacca

Este evento en Medellín, como todo lo que organizan los paisas, estuvo inmejorable. Juan Diego Mejía, el director, resultó tan buen organizador como lo es como novelista. Uno de los programas más interesantes es ‘Adopta un autor’. En las escuelas se lee, durante un tiempo previo, a un determinado autor y en la fiesta se le lleva a encontrarse con sus jóvenes lectores.

Estuve en una escuela pública en Aranjuez, un barrio en los altos de Medellín. Quedé sorprendido por el griterío que se formó a mi llegada, los resúmenes que se hicieron de mis libros, el baile de La pollera colorá con muy buen ritmo, el retrato a lápiz que me hicieron, los libros de La mujer barbuda que me dieron a firmar y el momento feliz que me hicieron pasar.

La charla sobre literatura costeña que tuve conJosé Luis Garcés fue moderada por Guillermo Cardona. Estuvo amena y regocijada. Vi entre los asistentes a viejos amigos, de esos que al encontrarnos la pregunta es: “¿eres tú?”.

El comedor es el mejor sitio para alternar con los otros escritores. Luisa Valenzuela, escritora argentina, me habló de su amor a las máscaras y su paso por el Carnaval en Barranquilla. Hablamos de la política de su país y le confesé que no entendía al peronismo. “Es difícil, acepto”, me dijo. Después me contó cómo en su novela La máscara Sarda recogió el rumor de que Juan Domingo Perón había nacido en la isla italiana de Cerdeña. “Después de visitar la isla, donde el rumor era aceptado como un hecho, no pude abandonar el tema. La novela la escribí en pocos meses”, me dijo.

Gabriela Alemán, escritora y editora ecuatoriana, me regala un libro publicado por su editorial, 008 contra sancocho, del escritor caleño Hernán Hoyos. Un libro erótico y divertido que en los años setenta nos pasábamos de mano en mano los universitarios, los cantineros, los policías y las chicas malas. El único escritor colombiano que ganaba plata antes de García Márquez, afirmó Óscar Collazos.

En otra mesa encuentro la gente pesadade la novela negra en el país. Está presidida por Gustavo Forero Quintero, fundador del Congreso Internacional de Literatura Medellín Negro. En la mesa están también escritores argentinos como Pablo Yoiris, ganador del IV Concurso de Novela Negra en Medellín, con Resnik. Un tipo afable que me dice es profesor en una prisión en la Patagonia. Él ha dicho que “en la Patagonia el arte es una rama del turismo… nada de enredarse con cuestiones psicológicas y filosóficas, eso es para los porteños”.

Se encuentra también Fernando López, abogado, exmagistrado y autor de varias novelas premiadas como Arde aún sobre los años, premio Casa de las Américas en 1986, con Germán Vargas Cantillo como uno de los jurados. El mejor enemigo, novela que leo, nos muestra el terror en la dictadura militar de los setenta, de lo difícil que es detener al Estado cuando quiere perjudicar a alguien.

Con Jorge Barraza, el escritor y comentarista deportivo argentino, la corta conversación se dio en forma espontánea. Mencionó a Gyula Zsengellér, el futbolista húngaro, revelación en el Mundial de 1934, séptimo goleador mundial de todos los tiempos y que en el 52, ya cuarentón, jugaba con el Deportivo Samarios, en Santa Marta. Hablamos de René Alejandro Pontoni, considerado el mejor centro delanteroen la Argentina (por encima de Di Stéfano) y que me devolvió la pelota cuando jugaba bola de trapo en la calle del pozo. Venía Santa Fe a jugar esa tarde con el Deportivo Samarios, y ese pase fue mi gran momento futbolístico.

Publicado en el periódico El Heraldo, el 4 de octubre de 2015.

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