Córdoba Mata 2015. La sangre de América: Violencia política, literatura y crimen
“América se desangra” fue el disparador para congregar a escritores del género negro dentro del festival Internacional CÓRDOBA MATA 2015. En la del Patio Mayor del Cabildo, lmer Mendoza, Gustavo Forero, Néstor Ponce y Osvaldo Reyes narraron vivencias y contextos que atraviesan sus novelas negras. Como parte de “últimos resabios del realismo” el crimen y las desapariciones trascienden los relatos de ficción.
Por Ximena Cabral (*)
Crear entre las balas
La construcción y las propias biografías de los centrales referentes del género hoy fueron atravesadas por vivencias y experiencias disímiles. Osvaldo Reyes, referente vital del género en Panamá marcó, en el inicio de la conferencia, la importancia de la formación para crear ficción
“Yo comencé como lector, en toda mi infancia, sobre todo aventura. Un padrino en mi adolescencia me regaló ‘Cianuro espumoso’, de Agatha Christie que en esa época se conseguían en el supermercado”, manifestó Reyes.
“Tengo la memoria impresa de cuando lo leí, volteé me puse el libro en el pecho y quiero seguir comprando este tipo de libros hasta los 81”.
El caso fortuito de la novela, sumado al acompañamiento de la maestras en su formación fueron tallando su prosa en sus libros como “El efecto Maquiavelo”.
Por su parte, Néstor Ponce subrayó el respeto de la palabra como biografía propia. El argentino radicado en Francia, expresó como la vivencia del exilio le permitió experimentar los sentidos de la lengua natal y los matices y riquezas de la expresividad de la palabra.
Asimismo, especificó el carácter que tiene el propio género: “La relación literatura y crimen tiene que ver con el carácter social de la literatura. Con tanto hipertexto hoy lo que tiene grande la literatura es no perder la referencia, lo social.”
Los disparadores de la escritura y la relación del crimen con la literatura, propuesta por la moderadora Miriam Pino, se anclaron en el contexto de trabajo en México y Colombia. La experiencia de Gustavo Forero, escritor y profesor de Universidad Antoquia, fue radical y atravesada por la violencia política donde “el crimen resulta vecino”.
“Nací en una ciudad pequeña al lado de Venezuela y allí ocurría lo que está ocurriendo hoy. Muchas personas de Pamplona tenían que desplazarse a otra ciudad para poder sobrevivir en un contexto criminal., Mi madre tuvo que buscar cuando murió, las carreteras son fatales y la que comunica con Venezuela fue hecha en 1826, mi padre se fue por un precipicio”, señaló.
En el contexto de frontera era muy difícil para una mujer vivir sola, entonces mi madre se desplazó a Bogotá y allí era otro espacio del crimen, organizado o no, institucional o no. La delincuencia en Bogotá es una de las más altas del mundo. Los niños teníamos que convivir con esa violencia organizada, los paramilitares, las células del narcotráfico que iban surgiendo. Estábamos rodeados de crimen. Por mi condición, por mi nación y por mi historia personal el crimen me resulta vecino”, enfatizó.
Elmer Mendoza, reconocido internacionalmente como ser el padre de la “literatura Narco”, relató como el propio contexto lo llevó a ser un escritor negro: “Nosotros hemos vivido una zona de guerra. Hemos creado mecanismos sociales para sobrellevar esa situación. Ahí tiene que surgir un arte producto de estas circunstancias. No queremos que los países se olviden de esto. Nosotros no hacemos apología de nada, como en un año se producen 20 mil cadáveres ¿cómo vamos a estar de acuerdo con eso?. Los millares en la miseria sin política educativa, ¿cómo vamos a estar de acuerdo en eso?.”
Directo, confrontando las críticas de quienes confunden esta literatura con apologías, expresó: “Nací donde están los sistemas de producción y rutas centrales del narcotráfico. No puedo estar en la calle tirando balazos –siempre tuve mala puntería-, pero si puedo escribir textos y eso es lo que hago.”
El cuerpo del crimen: el escritor
“Yo trato de encontrar paz pero tengo paranoia. Siempre escucho los balazos, tengo miedo que venga alguien a mi casa a buscarme, cuando me manifiesto como profesor que me investiguen por decir cosas”, expresó ante un auditorio conmovido Gustavo Forero y relató el caso de un docente que lo investigaron y lo apresaron por comentar en actividades internacionales lo que pasa en Colombia.
“En un país como el mío escribir es un acto de fe. Mi literatura es una correría y mi novela persecución es una paranoia. Ahí estamos todos los colombianos y sobre todo la sentimos los que queremos escribir y dar un manifiesto de nuestro contexto histórico que es lamentable. Mi tono es desde la denuncia, el dolor, el desgarramiento.”
Acordó que si bien Medellin, intenta cambiar, “lo que sabe de allí es la punta del iceberg, lo grave se replica en todas las ciudades colombianas”.
“En Arauca no podemos asomarnos al río porque están persiguiendo, paramilitares, guerrilleros, todo el mundo. Si bien hay administraciones que quieren hacer algo por mejorar, aun perduran las fuerzas oscuras,” reflexionó como parte de escenario que bien describe en parte su novela “Desaparición”.
Elmer Mendoza, relató como es su trabajo en medio de los sonidos de silbidos y las explosiones: “Cuando todos los días empiezo a escuchar balazos ya empiezo a sentir temor. A quien se la estarán disparando es lo primero que veo.”
Sin embargo aclaró que “si todos los días hay disparos, atenta contra mí, no hay novela coherente. He tenido que tomar medidas mientras trabajaba. Hemos hecho un movimiento que es no entregar la ciudad, entonces lo ganamos en los restaurantes, los lugares y la calle.”
La lengua madre, la lengua viva
En la construcción de los escenarios propios del género, los nuevos escritores reconocen la importancia de poner los acentos zonales. Osvaldo Reyes explicó que “también hemos roto las reglas de las que muchos hablan del “deber ser”, de la literatura negra. Si no incorporamos la lengua coloquial de donde escribimos limitamos la posibilidad de representar las características particulares de nuestra sociedad”.
Ejemplificó con la lengua canalera, de los inmigrantes, que llegaron a la construcción del canal de Panamá: “Todavía la conservamos. Incluso la hemos incorporado en la literatura”.
Elmer Mendoza, también aclaró como “el lenguaje de la calle al pasarlo a las leyes del discurso, exige lo suyo. Una maldición que en México usamos muchísimo conseguir que tenga el efecto que un narrador busca para que tenga una emoción intensa, que cree una atmósfera. Incorporar al lenguaje esa lengua madre de la oralidad exige trabajo”.
En ese artesanato, donde se trabaja desde los recursos tradicionales del crimen, el suspenso, las sombras, Néstor Ponce como narrador y poeta, remarcó que “la función moral del escritor tenemos que asumirla como creadores y artistas. No de hacer un panfleto, sino crear trabajar con la lengua, la imaginación y la memoria para poder establecer un dialogo con el público.”
Desde esa perspectiva, se fueron recuperando parte de los diferentes legados y desafíos que una América que se desangra interpela a los trabajadores de la pluma.
Sobre el final, Ponce recuperó ante un auditorio despierto lo que considera la potencia del género: “Los escritores policiales somos el resabio del realismo. Es una responsabilidad.”
Las discusiones sobre literatura y violencia continúan durante este fin de semana en Mina Clavero.
(*) Periodista – Secretaria de Cultura del Cispren.
Fotografías Manuel Bomheker.
www.prensared.org.ar
Publicado en Centro de Documentación Juan Carlos Garat.