Nuevayor
—¡Ahora sí que me voy a nuevayor, hijueputa!
—¿A nuevayor? ¿Y usted qué pinta en nuevayor?
—¡Qué más da! En nuevayor no se deben vivir estas cochinadas.
—Hágase el pendejo y verá.
—Pendejo si me quedo. Ya no puedo más, Gabi.
—Si no paga, lo mandan para ese nuevayor pero de una, para el nuevayor de la mierda, parce. Esos pirobos están pendientes de usted.
—Usted sabe que ya no tengo con qué pagar.
—Pues más le vale que lo haga, si no ya sabe lo que se le viene encima. Un nuevayor pero completico.
—Ya todo lo tengo encima.
—Entonces muévase, parce, y quíteselo de ahí. ¡Y rapidito! Son más de las tres y media. Tiene hasta las cinco.
Las calles comienzan a desocuparse. Empieza la ley de la frontera. Y con el aguacero, peor. Todos se entran a sus casas. Por los paras que les cobrarían lo suyo y por la lluvia. Cierran las puertas con tranca y se ponen a ver telenovelas el resto del día.
En la calle, la Gisela y Luz se están mojando. Para ellas hoy no hay fronteras.
—Es el último día de Ángel.
—¡Callate! ¡Vos no sabés de qué hablás!
—Todos lo saben, mija. ¡Mírelo cómo está! ¡Arrugado! Y nadie le va a prestar pa` pagar. Por eso se metió a la casa.
—Él lo va a lograr.
—¡No tiene billullo, parce!
—Pero debe haber una salida.
—¿Nuevayor?
—¡Y dale con nuevayor!
—Dice que allá es distinto, que allá se puede hacer plata.
—Eso lo dice por su papá…
—¿Su papá?
—Hace años salió corriendo de aquí. ¡A nuevayor! Ganó plata pero le montaron la perseguidora.
—Y si por allá es tan bueno, ¿por qué el Ángel terminó otra vez aquí?
—En nuevayor mataron al papá. A la cucha le tocó volver con el rabo entre las piernas. Y al único que les ayudaba, que era un tío que les mandaba plata pa´ vivir, también lo mataron. Hace dos semanas
—Entonces… hoy solo le queda esto, parce. ¡Póngaselo en las manos!
—¿Está segura?
—¿Usted qué cree?
Mamá está viendo Tuyo es mi corazón. El mundo puede caerse encima, pero a ella lo que le importa es que el protagonista se case con Salomé. Dice que no quiere que Salomé se vaya con otro, que sería mejor la muerte, como dice Carlos, que a nadie le gusta vivir sin amor…. y Tiene razón, mijo. Es una mierda vivir sin amor, yo sé lo que le digo, ya llevo años sin amor, y si me dieran otra oportunidad, me hubiera quedado en nuevayor, con usted y con su papá, y con el Pepe; acaso no hubiéramos corrido la misma suerte, mijo, a él no lo hubieran matado y nosotros no hubiéramos terminado en este hueco, esperando a que usted acabe el colegio y nos saque a los dos, a mí y a usted de esta mierda… ¡Ay! Si hubiera pensado mejor las cosas…
—Yo quiero a la Gisela.
—Ni se le ocurra, mijo. Esa se la pasa de un lado a otro… Usted se merece algo mejor, usted aprendió inglés...
—Pero yo la quiero a ella, má.
—Además… ya sabe lo que dicen…
—¡Puras mentiras!
—Usted sabe que ella conoce a los de la frontera. Como la Luz, esa joyita con la que se mantiene.
—Todas las viejas los conocen.
—Yo no.
—Usted ya es cucha… Digo, las viejas de dieciséis y eso.
—Y usté sabe por qué, ¿verdad?
—No creerá lo que dicen, ¿no?
—Para ellas no hay fronteras, mijo. Pueden cruzar la calle libremente.
—Por ser hembras, má, por ser hembras. No tienen que pagar pa` cruzar la calle a cualquier hora, es la ley de los combos.
—Por ser hembras tienen que acostarse con ellos, mijo. Así las dejan cruzar.
¡Estas malditas fronteras son la causa de todo! Si pagara lo que cobran los combos, podría ir al colegio y ya está. Iría adonde me diera la gana, a nuevayor. Pero, ¿con qué? La cucha no tiene ni pa` comer, y no tiene ni idea de la deuda. Vuelta a la televisión y ya está llorando por Salomé, Que se mueva, mijita, que le van a quitar a Carlos, que si fuera ella… El amor todo lo puede. Y son las cuatro y media. Y la lluvia que no para. Cómo puede quedarse viendo televisión con lo que sucede en la calle. Y quién se queda allá, afuera, con este aguacero tan verraco. Ni payá ni pacá. ¡Qué mierda! Y… ahora… ¿Quién toca a la puerta ahora? Quiero meterme debajo de la cama, bien debajo de la cama… tal vez ahí sea como en nuevayor. Y la cucha grita Abra la puerta. ¿Llegaron por mí? Casi son las cinco, cucha.
—¿Qué hacés aquí?
—Tengo una solución a tu problem.
—Entra que puede caerte un rayo encima.
—No problem.
—No quiero ninguna solución tuya. Además… ya me imagino cuál es.
—No, no, no…
—¡Secate con esto!
—¡Eres adorado conmigo!
—Ya he decidido lo que voy a hacer.
—¿Nuevayor?
—Me queda menos de una hora.
—Toma esto y vamos.
—¿Vamos?
El revolver está nuevecito. Y viene en su cacha de cuero. Me lo ha traído envuelto en un trapo rojo y, dentro, en una bolsa negra, está la munición. Con sus gestos la pelada me indica que lo cargue, armemos una mochila y nos vayamos. No le importa que llueva, que la vieja se quede viendo televisión y hoy no tenga ni qué comer. Señala con sus gestos que ya van a ser las cinco, que faltan cinco y vienen por mí.
Afuera el agua arrecia. No hay un alma en la calle. Siempre es lo mismo a esta hora. Nadie se atreve a salir de su casa y cruzar la calle. De pronto los paras le cobran. Nosotros parecemos los únicos sobrevivientes del diluvio. Saltamos entre los charcos. La pelada tiene una camisetica blanca ajustada al cuerpo. Se ven sus pezones puntiagudos. La miro con ganas. Tenemos que cruzar la calle para ser libres por fin. Del otro lado está nuevayor, pelada, la vida que fluye normalmente. Tuyo es mi corazón, le grito cuando empieza el tiroteo. Son tres hijueputas los que han aparecido en una moto y desde ahí emprenden el ataque. Salen de la nada. Y es nada más ni nada menos que Gabi el que dispara. Nunca lo hubiera pensado, el Gabi. Yo apenas tengo tiempo para sacar el revólver. Vamos corriendo por la calle. No sé ni a qué hora Gisela cae. La camiseta le ha quedado roja. El agua alborota la herida y veo todo rojo. Trato de tapársela pero no sé de donde sale semejante flujo. Tenemos que seguir corriendo, pelada, tenemos que cruzar la calle, pasar la frontera. La alzo como puedo. Ella apenas oye lo que le digo. ¡Se está desangrando, hijueputas! ¡Se está muriendo!
Crucemos la calle, Gisela. Si la pasamos, llegaremos a nuevayor. Ahí podremos estar juntos y fijo nos hacemos buen billullo y podremos vivir felices. El amor es lo más importante.
Publicado en “Los Bárbaros nº 12/13”, de VV.AA. | Revista Calibre .38