Amantes y destructores. Una historia del Anarquismo (Berlín, Ilíada, 2019)
En agosto de 1907 se realizan dos grandes eventos en Holanda: el primer Congreso Anarquista en Ámsterdam y la II Conferencia de Paz en La Haya. El primero tenía como propósito reunir a los rebeldes de todo el mundo con el fin de emprender una revolución social, en tanto la segunda buscaba establecer las pautas estratégicas de la “paz armada” en beneficio de las potencias imperiales. A pesar de la inminencia evidente de una guerra, ninguno de estos encuentros planteó políticas internacionales de prevención de la catástrofe que finalmente se desató el 28 de julio de 1914 con el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria. Dos colombianos de disímiles orígenes coincidieron entonces en los Países Bajos: Vicente Lizcano (también conocido como Biófilo Panclasta), rebelde trashumante, presuntamente judío, que viajaba desde Buenos Aires en representación de la Federación Obrera Regional Argentina al Congreso Anarquista, y Santiago Pérez Triana, diplomático y hábil comerciante de armas (además de hijo del expresidente Santiago Pérez Manosalva) que hacía parte de la delegación oficial de Colombia en la Conferencia de Paz. Una carta del gobierno holandés enviada al Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia que anuncia la detención en este país de uno de sus representantes por participar en un atentado dinamitero amenaza dar al traste con la diplomacia internacional y provoca un incidente político que sirve de pretexto para comprender la infamia de la realidad occidental.
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