Aunque en la “Advertencia” preliminar de Los hilos invisibles o Séver La/Al revés (Madrid, Tierra Trivium: 2022) de José Payá Beltrán (Biar-Alicante, 1970) se establezca que el lector debe “elegir una de las dos opciones”, “Formato ortodoxo” con orden cronológico o “Formato Experimental, enrevesado”, creo que en realidad los dos formatos de “la misma novela”, las “dos versiones de la novela”, son sus dos partes. Esto obedece sin duda a su tema: la identidad y al desarrollo de la relación de causa efecto que le sirve de estructura. En la novela, la relatividad de los nombres —hay muchos más elementos en este sentido— permitiría pensar en que no hay seguridad de quién es quién y solo al conocer las dos opciones, de principio a fin o de fin a principio, el lector podría acercarse a una respuesta. Lourdes, el personaje en quien se sintetiza ese tema, expresa claramente el problema a propósito del asesino de su abuelo: “Desconocían su nombre. No era nadie. No llevaba consigo ningún documento que pudiera arrojar algo de luz sobre su identidad o los motivos que lo habían impulsado a obrar tal y como lo hizo. Como si no existiera” (118 dice este personaje, nieta de su presunto abuelo, Ricardo Arce Eslava).
Ese tema de la identidad se desarrolla a partir de una peculiar consciencia del escritor del principio de la causalidad en la novela de crímenes. De aquí el valor de los epígrafes. El primero, de Ian Mcewan, novelista británico, que alude al comienzo de una novela como artificio; el segundo, del periodista y escritor italiano -nacido en cuba, Italo Calvino, que habla de multitud de causas en cualquier hecho; y el tercero, de Friedrich Dûrrenmatt, pintor suizo y escritor de teatro y novelas policiacas, sobre el peso incalculable del azar en cualquier caso, lo que resulta ilimitable.
Justamente, para el crítico literario Siegfried Kracauer (en La novela Detectivesca, de 1922), en esta clase de novela el detective personifica la ratio moderna, el orden, que es en realidad un “Espejo deformante” de la realidad. Según él, este género (sobre todo, en la vertiente anglosajona) es el resultado más sofisticado de un “ascetismo intramundano”, lo que quiere decir que posee un “rasgo puritano” en virtud del cual “se reduce la importancia del mundo y lo traslada por completo a la cosa”. En la novela de este género se supone el mundo como aquel creado a partir de la ratio ilustrada y no como una parte suya forjada a través de la supuesta relación de causa efecto. Por esta razón, para él, esta es solo un producto ficticio de la mente humana que intenta convencer de su verdad.
En Los hilos invisibles o Séver La/Al revés, una somera investigación, que cumple a medias un agente de policía, esconde un contrapunto entre dos años que determinan la división misma de sus tres partes: 1947/1995/1947. La base fundamental de la posguerra, con la perspectiva del conjunto de movimientos guerrilleros llamados Maquis, es decir, los grupos de resistencia a la dictadura tras la Guerra Civil, sirve para recrear la historia de exiliados que vienen y van de España a Francia y, si pueden, de retorno, de Francia a España. Tal perspectiva, establece la relatividad del mundo que se presenta artificialmente como objetivo, y, para el caso, por ejemplo, un pasado confuso que demuestra la falibilidad de la memoria histórica.
Aunque con la liberación de París el régimen de Vichy fuese declarado «ilegítimo, nulo y sin efecto» (illégitime, nul et non avenu) por el general De Gaulle, “Ya no nos quieren en este país, camarada” (30), dice el Viejo, líder comunista exiliado en el país galo, quien representa una de las causas de la narración. Desde su punto de vista, las distintas fuerzas políticas han tomado un peculiar sentido: “Los yanquis odian a los soviéticos. Franco se pirra por matar cada día una docena de rojos. Ergo, los yanquis y el enano son aliados” (31). La causalidad misma de la lógica está en entredicho. En tal contexto, ocurre, además, algo infame: en el seno de la izquierda se presentan traiciones, delaciones, espionajes y torturas, al punto que uno de las víctimas sintetiza su propia condición en medio de dos fuegos, el enemigo y el propio: “Sois dos los traidores de mierda” (19).
La elección de esta perspectiva de la historia, con peculiares causas y efectos, tiene en la novela el tratamiento de ese espejo deformante al que se refería Kracauer, pues establece un mundo acabado derivado del pensamiento; más aún si se tiene en cuenta el símbolo del espejo que sirve de base y que se desarrolla con las dos partes de “la misma novela” enfrentadas, lo que se sugiere desde el propio título. La elección del principio o el final (de una u otra manera en que se lea el libro) de la tortura, las causas lógicas y determinadas que llevan la historia hasta ese punto límite describen su carácter policíaco (en la perspectiva clásica) y por ende la evasión deliberada del infinito, del azar, y de un sinnúmero de otras posibles causas del crimen, lo que demuestra la adscripción parcial del escritor a ese modelo de la ratio. Una ratio que en la novela puede vincularse con una ideología.
Por lo anterior puede advertirse que, como en la novela anglosajona, hasta cierto punto en Los hilos invisibles o Séver La/Al revés persiste el rasgo puritano de considerar el mundo racional como el mundo en perjuicio de la profusión que caracteriza la literatura contemporánea. El dominio del formato y de la tensión en torno al principio de la causalidad base la novela constituye su excelencia. El formato experimental no lo es tanto y constituye en realidad una segunda parte clásica que ayuda a construir el sentido causal de la novela. Así, ver las cosas “al derecho” y “al revés” constituye una forma de efecto/reflejo donde el lector cumple la peculiar labor de sostén del espejo.