Un día de esperanza: mi adopción por la Institución Educativa José María Bravo Márquez de Medellín
Dentro del programa “Adopta un autor” de la Alcaldía de Medellín, tuve la fortuna de serlo por la Institución Educativa José María Bravo Márquez el lunes 28 de septiembre del año anterior, 2015. La profunda experiencia, entre real y surreal, amerita esta crónica y un gran espacio en mi corazón que es el espacio de la esperanza en una nueva educación como motor de cambio social.
I.
La institución que quiso adoptarme debe su nombre al compositor José María Bravo Márquez (Medellín 1902- Apía 1952) que, con la colaboración de la música y pedagoga alemana Anne Marie Stober, fundó en 1932 lo que se llamaría “Orfeón antioqueño”, grupo coral integrado por estudiantes, empleados y obreros que cedieron ante su hoy popular frase “todo el que habla canta”, y que ha inspirado, además, el Festival Coral de Medellín “José María Bravo Márquez” que se celebra anualmente desde hace doce años con gran éxito para la ciudad.
A mi llegada a la institución, ubicada en la Comuna 4, Aranjuez, Barrio campo Valdés, me sorprende una gran pancarta de bienvenida con mi imagen y mi nombre. No lo esperaba, ni de lejos. Yo creía que lo mío sería una charla relativa a la literatura y su importancia en la educación.
Al entrar, me recibe la profesora Natalia Franco Arenas, maravillosa anfitriona. Ella me enseña los tres pisos de la institución, la zona de deportes, el patio y las distintas oficinas, donde laboran día a día personas que como ella quieren que este país progrese pese a las circunstancias. Natalia me habla de los mil estudiantes matriculados en tres jornadas, de primaria y secundaria, con programas para Jóvenes en Extraedad y Adultos incluidos; me explica algo de su trabajo y del de sus colegas; de las necesidades del plantel y del sentido de la educación para una transformación social. Me prepara para lo que será una experiencia intensa en que la sensibilidad aflora por parte y parte y donde se concreta una nueva forma de entender la educación y la formación de las personas.
II.
Al llegar a la plazoleta central, me espera lo surreal: más de 100 chicos de los últimos tres cursos se encuentran alrededor de una silla reservada para mí en todo el centro del espacio. Me sorprenden casi de inmediato con la puesta en escena de, nada más ni nada menos, mi novela Desaparición. ¡Cosa en principio imposible!
¿Puede llevarse a escena el conflicto emocional de una persona que sufre por la desaparición de su ser amado en el marco de la toma y la retoma del palacio de Justicia de Colombia de 1985? Pues, creo que un grupo de muchachos de la Institución Educativa José María Bravo Márquez lo logró.
Lo primero que me impacta de tal representación es el personaje de La Chiqui, extraída de mi propia novela, que en un intenso prólogo a la representación teatral me increpa a mí, su autor, de una manera directa. ¿Y tú qué? ¿Eres como todos los hombres? ¿Quieres realmente que las cosas cambien? Todavía me lo pregunto y la voz de la actriz Sara Vélez retumba en mi recuerdo.
Luego de este preámbulo, frente a mis ojos, aparece La Luz, el bar del centro de Bogotá en que recreé la novela, atiborrado de prostitutas y hombres de paso que intentan divertirse (personajes que son, claro, los estudiantes del plantel). La imagen me resulta entre impactante y molesta. Lejos de mí hacer apología de la prostitución o de los bares de mala muerte donde las mujeres son objeto y los hombres consumidores. Mucho menos en una institución de educación primaria y secundaria. Sin embargo, por lo que me voy dando cuenta en el curso de la representación los muchachos entienden el sentido de ubicar la novela en este espacio y lo asumen como una metáfora de Colombia. Comprenden el espíritu de hablar de prostitutas y chulos, de personajes marginales, de excluidos sociales, en un medio de injusticia e impunidad.
Con tal pauta, el grupo teatral escenifica a continuación la visita de la madre de La Chiqui a la Torre de marfil y el conflicto derivado de esta visita. Revelan en escena los problemas derivados de la prostitución pero, sobre todo, de la indeterminación de género que fue lo que a mí me preocupó tanto al momento de la escritura de la obra. De lo que se trataba era de solidarizarse con los más excluidos dentro de los excluidos.
Finalmente, se procede a representar –si esto puede ser representable— el dolor de la víctima de la desaparición forzada: el personaje de la novela Desaparición que busca en todas partes a su amada. Así, entre lecturas de textos y representaciones de apartados precisos del texto, el grupo de la Institución ofreció una idea del dolor de quienes sufren la desaparición de un ser querido y la fatalidad de lo que yo denomino la anomia social.
III.
Lo surreal de mi experiencia en la Institución Educativa José María Bravo Márquez no termina con la representación teatral de la novela Desaparición. Luego de tal representación, vino la etapa de las preguntas de los asistentes a mí como escritor en medio de una audiencia pendiente de mis palabras. Una cantidad ingente de muchachos hacen fila para preguntarme cuestiones como de dónde surgió el personaje de La Chiqui, cuándo empecé a escribir, qué consejos podría darles a ellos para su formación profesional y cuestiones de similar talante. Es en este momento en que tomo conciencia de que mi lector ideal no era en principio un jovencito de menos de 18 años de Medellín pero que así es la vida, un suceder de sorpresas. Hasta ahora pensaba que la novela iba dirigida a mayores de edad con juicios bien estructurados sobre las cuestiones fundamentales de la vida, y, sobre todo, de las injusticias del sistema en que vivimos. La literatura, sin embargo, encuentra poco a poco su propio lector: en este caso, muchachos menores de edad o acaso con dieciocho años cumplidos que afirman que lo que encuentran en mi obra es el testimonio de una experiencia cercana a sus propias vidas. Me da dolor que así sea, pero a la vez se fortalece en mí la esperanza de que la novela los lleve a tomar consciencia del significado de la libertad.
A continuación, como en un crescendo de emociones y sorpresas, en el teatro de la institución me muestran imágenes del proceso de mi adopción. Fotografías de los estudiantes leyendo la novela, testimonios de la experiencia, expresiones de expectativa con mi visita… todas esas cosas que suponen un hecho tan importante como el ingreso a una familia, que en este caso resulta ser la familia de una institución educativa oficial. Entonces hablo de mi propia formación, del significado de la libertad en mi obra, de la necesidad de reconocer esa libertad en cada situación de la vida, del valor de la juventud, de la importancia de una buena educación, etc., etc. La buena energía va determinando el curso de la experiencia.
IV.
Y la cereza del postre, como dicen en Medellín: en este último espacio del teatro de la Institución Educativa José María Bravo Márquez me entregan dos libros y varios regalos de acogida. Lo primero, lo más importante: un primer libro de Bitácora de la experiencia de lectura de la novela, con imágenes alusivas al impacto de esta entre los estudiantes, fotografías, ilustraciones inspiradas en la novela, comentarios, etc. El texto inicial anuncia: la novela Desaparición describe “una realidad que es propia en la cotidianidad de los estudiantes"; “los ha sensibilizado y concientizado en aspectos particulares de su realidad y contexto”, una “patria desangrada”; “los chicos se han apropiado de una parte de la memoria, historia que sentían ajena”. De esta Bitácora selecciono estas dos imágenes que me han impactado pues recogen el espíritu de la experiencia de la lectura.
El segundo libro, el más inquietante, lo constituyen una serie de cartas escritas por los estudiantes dirigidas a mí, el escritor adoptado, donde me expresan sus sensaciones, ideas, juicios, opiniones respecto del libro Desaparición y de mi labor como escritor.
Me encantaría transcribir apartes de todas estas cartas, pero eso sería imposible. Son muchas. Así pues, escojo solo algunos apartados para dar una imagen de su trascendencia:
Desaparición es “un relato de experiencias que pasan en la vida real muy a menudo” (Luisa Fernanda Marín).
En la novela, “las autoridades nunca dieron respuesta a las preguntas de la protagonista” (Andrés Echavarría).
“Me siento identificada con el desamor que siente el narrador” (Valentina Pulgarín Restrepo).
Desaparición “nos ayuda a analizar… cómo eran los viejos tiempos y cómo es ahora. Cuál de estos tiempos es mejor, peor o igual” (María Camila Montoya).
“…el trabajo de la prostitución no se hace por placer sino porque en realidad se quiere sacar la familia adelante” (Dahiana Alexandra Múnera).
“En mi país debería haber justicia y leyes que en verdad ayuden, que la impunidad no reine siempre” (Guelyn Tatiana Mórtigo).
“Cada escena está diseñada perfectamente para mí” (Eliana Hernández Bohórquez).
Este libro “habla de cosas que a los jóvenes les ha ocurrido” (Estefanía Galvis Sarrias).
“Su libro refleja de manera realista lo que pasa actualmente en nuestra ciudad” (Luisa Fernanda García Arango).
“…no es un libro que tranquilamente podamos leer a esta edad” (Natalia Pareja Isaza).
“Soy de un pueblo en el cual este tipo de situaciones violentas es el pan de cada día. … solo aquellos que hemos sido vulnerados por los grupos violentos y al margen de la ley podemos dar fe de este tipo de situaciones” (Luisa Giraldo Zapata).
Desaparición “nos hace darnos cuenta de la importancia de hacer el duelo de las personas que desaparecen y que no las volvemos a ver nunca” (Juan Pablo Posada).
“… con un lenguaje tan … ¡tan colombiano!” (Mateo Rodríguez).
“… historias que se viven todos los días en Colombia” (Oismar Alejandra Maldonado).
“Su libro muestra la realidad y la angustia de muchas familias colombianas a las que les han quitado un ser querido” (María Isabel Tejada).
“Yo nunca había leído una escena de sexo tan detallada y carnal como la de La Chiqui y los dos tipos esos. Mientras leía ese tramo del libro me sentía impactado” (Juan Manuel Restrepo Arias).
“Mi parte favorita del libro fue cuando La Chiqui y la protagonista se van para Medellín y se alocan” (Sebastián Montaño).
“… todavía no entiendo quién era el narrador en la historia, si era hombre o mujer…” (José Manuel Aguilar).
“… me gusta el hecho de que… empiezas a construir tu perspectiva del desenlace, pero a medida que avanzas tu teoría se destruye” (Daniel Arenas).
“… algo que me llama la atención es la manera de narrar. Cómo comienzas a contar la historia con el final, luego el inicio, después vas al nudo, vuelves al final, al inicio y así sucesivamente… y de esta manera nos vas contando los hechos de la historia en un desorden muy bien ordenado … porque igualmente la historia se entiende muy bien de principio a fin” (Juan Esteban Cardona Acevedo).
“Me parece excelente esta novela por mencionar cosas que otras novelas no se atreven a mencionar por miedo a ser criticados” (Carlos Andrés Gómez García).
“… el modo de narrar la historia es el habla cotidiana… el lenguaje es … agresivo y soez, pero contrasta con el mismo sentido de la historia” (Jorge Daniel Gómez Puerta).
“… me parece que cualquier persona que haya sentido o visto tanto dolor, tanta tragedia y tanto conflicto, no solo es merecedor de lectura sino también de comprensión” (¿?).
“¿Él/ella era gay o lesbiana?” (¿?).
“Gracias por enseñarme que en cualquier lugar hay poesía” (Dayana Pérez Palacio).
“Siempre bienvenido a nuestra torre de marfil donde han nacido millones de utopías” (Yuly Serena Ramírez).
“Me encanta que usted integre tanto la memoria colectiva como la memoria individual en su obra” (Stiven Bedoya Zapata).
“…hay una libertad de género sexual…” (José David Gómez Rodas).
“Me gusta que hable sin pudor de cualquier tema. Dices las cosas como son y no de manera comercial” (Samuel Garcés Posada).
“…trató sin escrúpulos el tema del sexo” (Daniela Caro Martínez).
V.
Les agradezco inmensamente a los alumnos de la Institución Educativa José María Bravo Márquez su interés por mí y por mi obra Desaparición. Su adopción significa para mí una esperanza en la educación como el motor más eficiente para lograr un cambio social.
Solo personas conscientes de sí y de su historia pueden construir una nueva sociedad más cercana a la justicia y a la felicidad.